Cambio

Este mes necesitaba un cambio. Por mi bien  físico y mental no podía ser nada brusco que trastornase lo poco que queda de cordura en mi cabeza. Y es que estamos envueltos en una rutina cuyo mínimo cambio ya marca la diferencia entre un día y otro.

Pensaréis, ¿y cuál ha sido ese cambio? Algo tan simple como cortarme el pelo. Es una absurdez que marca una gran diferencia entre varios factores. Uno de los principales y que más me empujó a hacerlo, fue la pereza. Porque no  vas a conocer a nadie que tenga el pelo largo y te diga “oh sí, a mi me encanta lavarme el pelo y luego pasarme horas y horas con el secador para no conseguir ni secar la mitad”. Otro de los motivos fue el calor que veo que se avecina próximamente. Porque los que dicen que con el pelo largo no pasan calor, mienten.

Volviendo al tema inicial, que parece que estamos en una peluquería; os reto a que esta semana hagáis un cambio, por mínimo que sea. Soy la reina de las manías y creedme os entiendo perfectamente a todos aquellos que simplemente no podáis hacer las cosas de otra forma. Algo que empecé a hacer era colocar el móvil en el lado contrario de la mesa. (¿Tienes un lado específico para colocar el móvil? Sí, por desgracia mi locura llega hasta esos extremos). Los dos primeros días no lo soporté y al rato lo acabé cambiando. El tercero no iba a ser menos, me dije a mi misma que era una tontería lo que estaba haciendo y mi móvil recuperó su lugar indicado. Pero a pesar de ser maniática, soy muy cabezota. Empeñada en no ser tan sumamente cuadriculada decidí dejar abierto el armario. (Quien dice abierto dice entreabierto, dejando una simple ranura que a un crío le daría miedo durante la noche, bueno  y a mi misma pero esto es durante el día).

En vista de que todos mis métodos por reducir mi locura no funcionaron, realmente tengo la mente muy cuadriculada, decidí optar por algo más brusco. Puede parecer una tontería, pero es algo que llevo haciendo toda mi vida y que hasta después de cuatro días no conseguí (eso los días que lo consigo porque no son todos). Cambié la alarma y la puse a horas en punto, es decir, a y cuarto y veinte etc., en vez de a y dieciséis o y veintiuno. Por desgracia no consigo hacerlo todos los días y aprovecho aquellos en los que estoy tan cansada que no puedo pensar en nada. Una parte de mi cerebro da saltitos de felicidad aplaudiendo mientras la otra la mira con incredulidad.

Y es que aunque lo intentemos cambiar, las mentes cuadradas son más complejas, por mucho que lo intentes necesitarás de tu empeño para poder ver qué hay al fondo de cada esquina en vez de tener todo al descubierto como en aquellas redondas.

Y vosotros, ¿qué manías tenéis? ¿Habéis intentado alguna vez remediarlas?

Yo volviéndome loca cuando algo no está en su sitio: https://www.youtube.com/watch?v=Sciy6GZr8Po